Las prisas, la acumulación de tareas y el agobiante estilo de vida actual convierten el estrés en un compañero de viaje habitual en nuestro día a día.
Y aunque parezca inconexo, la respuesta de nuestro organismo a esa situación también le pasa factura a nuestros ojos, hasta el punto de que puede generar alteraciones como el exceso de convergencia, espasmos de acomodación o retinopatía serosa central, una inflamación benigna de la retina que suele afectar a la mácula, produciéndose un exudado o líquido subretiniano que levanta las capas de la retina y produce una pérdida de visión.
Las consecuencias del estrés en la salud visual no acaban ahí, ya que sin llegar a ser tan graves los estados de ansiedad continuados pueden provocar otras molestias como tics en los ojos, sin repercusión funcional en la visión, pero sí muy molestos para el paciente.
Además la exacerbación de los síntomas de blefaritis (inflamación de los párpados), las contracciones involuntarias del párpado y la dermatitis seborreica también pueden estar asociadas a nivel de estrés elevados. En la mayoría de los casos, estos síntomas mejoran al bajar el nivel de estrés y aumentar las horas de sueño.