La fotofobia no es una condición ni una enfermedad, sino un síntoma, por lo que lo fundamental es determinar la causa subyacente que lo provoca. De hecho, la fotofobia puede ser la consecuencia de diferentes condiciones, como una infección o inflamación que irrita los ojos, o enfermedades como una enfermedad vírica o las migrañas.
En ocasiones, la fotofobia viene acompañada de otros problemas, como deficiencias en la percepción del color, botulismo, conjuntivitis, queratitis o iritis, entre otras. Entre las causas más comunes de la fotofobia se encuentran las abrasiones corneales, desprendimiento de retina, irritaciones derivadas del uso de lentes de contacto, quemaduras solares, cirugía refractiva, uveítis y el consumo de ciertos medicamentos.
¿CÓMO SE MANIFIESTA?
Los síntomas de la fotofobia varían mucho en función de la persona. En algunos casos, la única manifestación es la propia sensibilidad a la luz. Entre las manifestaciones de la fotofobia destacan la incomodidad, necesidad de entrecerrar o cerrar los ojos, picor y lagrimeo excesivo.
¿CÓMO SE TRATA?
La clave es abordar la causa subyacente. En la mayoría de los casos, al tratar esa causa, los niveles de sensibilidad a la luz disminuyen y la fotofobia desaparece. En las personas que muestran una sensibilidad natural a la luz, el uso de sombreros y gafas de sol o fotocromáticas, en especial con protección frente a la radiación ultravioleta, o evitar la exposición al sol pueden ser las únicas soluciones.
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